La lettera
Mi papá no era de regalar. Y si regalaba tenía que ser algo útil. No fuera cosa que gastara en algo efímero.
Eso cambió cuando nacieron los nietos. Les daba sin preguntar para qué usarían el dinero.
Tengo pocos recuerdos de regalos suyos ya que la encargada de los cumpleaños, Navidades y etcéteras era mi mamá.
Cuando cumplí 8 ó 9 años, entró a casa con una caja de cartón. “Esto es para vos”, me dijo. Algo útil que vas a tener por mucho tiempo “.
Obviamente pensaba que era un juguete, una muñeca, un juego de mesa, que para esa edad eran ideales…Pero no. Dentro de la caja, acomodada perfectamente con cuidado había una valijita celeste y adentro una máquina de escribir. Si. A los 9 años me regaló mi primera máquina de escribir. Sabía que era buena para eso y no para los números, que me traían bastantes dolores de cabeza.
La desempaqué. Era verde: “Lettera 22” decía. ¡Lo que habría pagado eso! Pero claro, era útil.
Mi mamá le dijo “Ese no es un regalo para una chica de esta edad!”. Pero yo lo acepté y agradecí porque sabía que lo había hecho con visión de futuro.
“Papi, me dijo, esta te va a servir para el colegio, vas a ver.”
La lettera no solamente me acompañó para preparar trabajos prácticos hasta que terminé la secundaria, sino que fue mi herramienta para los primeros poemas, que a los 13 años empecé a escribir y pasé de un cuaderno a una hoja blanca. ¡YA estaban escritos a máquina!
Años más tarde en el colegio, comenzamos con las clases de mecanografía. Yo sabía escribir obviamente. Un poco después entré a una oficina “a practicar” y toqué por primera vez la IBM eléctrica. Esas teclas tan sensibles…
Aún conservo la lettera, en su estuche de cuero celeste. A lo mejor es hora de sacarle la modorra y usarla, aunque tal vez la cinta negra y blanca ya no tenga tinta. De todas formas será una manera de revivir momentos hermosos.
©Silvia Vázquez
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