A través de monólogos, canciones y videoclips con sus propias fotos, Dalia se ríe y padece del ritmo rápido de la vida, habla de esa lista interminable de cosas para hacer, sobre todo de la culpa, de la relación con el propio cuerpo y del vínculo intenso con su madre y con su hija. Habla de aquello que la hace sufrir, y también de lo que le da felicidad. Interactúa con el público y los hace parte del show, sin aburrir en absoluto. Poca escenografía, que en realidad es la justa y necesaria porque lo que atrae es el texto y ella misma.
Dalia es eléctrica, no se queda quieta un segundo, desde que sube hasta que baja del escenario. Más de una hora de show, risas y de asentar con la cabeza a cada graciosa e ingeniosa frase dicha con toda certeza.
Como en la mayoría de los shows, no se permiten las fotos, hasta que la propia Dalia termina su show y da la posibilidad de tomarlas, incluso lo hace ella, con el público.
Un show más que excelente.
©Silvia Vázquez
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