A las seis de la tarde en el bar de Santa Fe y Callao. Era ahí la cita. Yo suponía que me engañaba, pero hoy lo iba a poder ver con mis propios ojos.
Ciertas reacciones me hacían creer que algo andaba mal. Aquellos mensajes en horarios extraños, llamadas equivocadas cuando yo estaba en casa, hasta me manoteó un par de veces la correspondencia porque decía que esperaba algo “urgente” del correo.
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