Burrito y menta
Mascaba chicle nerviosamente. Ya eran casi la seis y estaba por llegar el micro. Le había prometido que pasaría por el pueblo anterior al suyo para dejar un paquete que le habían encargado, pero era la hora en que habitualmente el micro se acercaba a la terminal. Sopló por última vez su café y se sacó el chicle de la boca. Las dos cosas juntas no iban de acuerdo. Estaba tan ansiosa que ni se había dado cuenta que lo tenía cuando el mozo del bar le llevó la taza hasta la mesa.
Escucho la bocina y se levantó. Esperó hasta que bajó el último pasajero. No lo vio. Bajó la mirada y sollozó. Se puso la mochila en la espalda y esperó llegar a su casa para llamarlo.
Cuando había caminado un par de metros, se le cruzó un auto y él bajó.”Me trajeron hasta acá para llegar más rápido y al final llegamos junto con el micro”, le dijo.
Se abrazaron, se miraron y se prometieron estar juntos por siempre. Aquel viaje interminable por trabajo había quedado atrás. Una nueva vida comenzaba aquella tarde fresca con olor a burrito y menta
©Silvia Vázquez
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Silvia
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